viernes, 15 de noviembre de 2013

Un príncipe para Carrillo: Hoy, Endavant, “los eclecticistas”.

 
 
 
 
 
 
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endavant
“Cada paso del movimiento real vale más que una docena de programas.”
He aquí un ejemplo de eclecticismo atroz. Una organización no marxista-leninista (Endavant-OSAN) que se pasa a Marx por el forro cuando quiere y cuando le interesa acoge frases sueltas suyas.
Pues resulta que nos ha llegado este pamfleto y hemos pensado: OSAN, OSAN, así no se me mata… ♪♫  Y es que cada vez que un revi descontextualiza esta frase, el zombie de Kautsky devora un gatito.
Oye, Lenin, sí, sí, haznos un favor, échanos una mano contra los eclecticos:
Vemos, pues, que las frases altisonantes contra el anquilosamiento de la idea, etc., encubren la despreocupación y la impotencia en el desarrollo del pensamiento teórico. El ejemplo de los socialdemócratas rusos ilustra con particular evidencia un fenómeno europeo general (señalado también hace ya mucho por los marxistas alemanes): la famosa libertad de crítica no significa sustituir una teoría con otra, sino liberarse de toda teoría íntegra y meditada, significa eclecticismo y falta de principios. Quien conozca por poco que sea el estado efectivo de nuestro movimiento, verá forzosamente que la vasta difusión del marxismo, ha ido acompañada de cierto menosprecio del nivel teórico. Son muchas las personas muy poco preparadas, e incluso sin preparación teórica alguna, que se han adherido al movimiento por su significación práctica y sus éxitos prácticos. Este hecho permite juzgar cuán grande es la falta de tacto de R. Dielo al lanzar con aire triunfal la sentencia de Marx: “cada paso del movimiento efectivo es más importante que una docena de programas“. Repetir estas palabras en una época de dispersión teórica es exactamente lo mismo que gritar al paso de un entierro: “¡Ojalá tengáis siempre uno que llevar!” Además, estas palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre el Programa de Gotha, en la cual censura duramente el eclecticismo en que se incurrió al formular los principios: si hace falta unirse -escribía Marx a los dirigentes del partido – , pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis “concesiones” teóricas. Tal era el pensamiento de Marx, ¡pero resulta que entre nosotros hay gente que en nombre de Marx trata de aminorar la importancia de la teoría!
Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas de la actividad práctica. Y para la socialdemocracia rusa, la importancia de la teoría es mayor aún, debido a tres circunstancias que se olvidan con frecuencia. En primer lugar, nuestro partido sólo empieza a organizarse, sólo comienza a formar su fisonomía y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario que amenazan con desviar el movimiento del camino justo. Por el contrario, precisamente los últimos tiempos se han distinguido (como predijo hace ya mucho Axelrod a los “economistas”) por una reanimación de las tendencias revolucionarias no socialdemócratas. En estas condiciones, un error “sin importancia” a primera vista puede tener las más tristes consecuencias, y sólo gente miope puede considerar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual “matiz” puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante muchísimos años.
Es más, vamos a ver Marx qué dice sobre aquello de pensar que se deben ganar las elecciones con candidaturas “amplias” y desde el mismo estado burgués aplicar medidas “revolucionarias”:
Pero el proletariado no puede, como las clases dominantes y sus diferentes fracciones rivales han hecho en las horas sucesivas a su triunfo, simplemente tomar posesión del cuerpo del Estado existente y manejar este instrumento ya hecho para su propio propósito. La primera condición para la posesión del poder político, es transformar [la] maquinaria de funcionamiento y destruirla -un instrumento de la dominación de clase-. Esa enorme maquinaria gubernamental, estrujando como una boa constrictor el verdadero cuerpo social en las redes ubicuas de un ejército permanente, una burocracia jerárquica, una policía obediente, un clero y una magistratura servil, fuera forjada primero en los días de la monarquía absoluta como un arma de la naciente sociedad de la clase media en sus luchas de emancipación del feudalismo. La primera Revolución francesa, con su tarea para dar pleno alcance al desarrollo libre de la moderna sociedad de la clase media tenía que barrer todas las fortalezas locales, territoriales, municipales y provinciales del feudalismo, preparó la base social para la superestructura de un poder estatal centralizado, con órganos omnipresentes ramificados según el plan de una división sistemática y jerárquica del trabajo.  Pero la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la maquinaria del Estado ya lista y manejarla para su propio propósito. El instrumento político de su esclavitud no puede servir como el instrumento político de su emancipación
Y, como de costumbre, nos dirán: Claro, es que sois unos dogmáticos. La Rusia de aquellos es muy diferente a la sociedad actual. Mira Venezuela. Tenemos que crear hegemonía. bla bla bla
Pues nada, vamos  a ver qué dice Gramsci:
el estado socialista no puede encarnarse en las instituciones del estado capitalista, sino que es una creación fundamentalmente nueva con respecto a éstas y con respecto a la historia del proletariado”.(…)la fórmula «conquista del Estado» debe ser entendida en este sentido creación de un nuevo tipo de estado, originado en la experiencia asociativa de la clase proletaria, y sus­titución por éste del estado democrático-parlamen­tario”
Todas las agitaciones particulares que el Partido conduce y la actividad que ello exige en todas direcciones para movilizar y unificar las fuerzas de la clase trabajadora, deben converger y ser resumidas en una fórmula política que sea fácil de comprender por las masas y tenga el mayor valor de agitación en su confrontación.(…)De hecho, una realización de ésta no se puede concebir por el Partido sino como inicio de una lucha revolucionaria directa, es decir, de la guerra civil dirigida por el proletariado, en alianza con los campesinos, para la conquista del poder. El Partido podría ser llevado a graves desviaciones de su papel de guía de la revolución en el caso de que interpretase el gobierno obrero y campesino como correspondiente a una fase real del desarrollo dela lucha por el poder; es decir, si considerase que esta consigna indica la posibilidad de que el problema del Estado se resuelva en interés de la clase obrera en una forma que no sea la de la dictadura del proletariado.
Gracias a nuestros invitados por participar en el programa, y nos vemos en la siguiente entrega de “Un príncipe para Carrillo”.

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